Alcohol y medicamentos
Tendemos a desconocer la interacción entre el alcohol y los medicamentos, a veces por desinformación y otras muchas por desinterés.
La población española se encuentra entre la que más alcohol consume, según el último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Diez litros y medio por persona y año, mientras que la media de los 48 países que componen la organización está en ocho litros y medio por persona.
Hablamos de alcohol puro, no de litros de bebidas con alcohol, la cantidad en alcohol de cada bebida corresponde al porcentaje que se indica en las etiquetas. En el caso de los brandis, ginebras y similares, se sitúa entre los 37 y los 50 grados. En el caso de las cervezas, este porcentaje se sitúa en unos 4 grados, luego hay que beber muchos litros de cerveza para alcanzar una ingesta anual de tantos litros de alcohol.
El problema de este consumo radica en que ser grandes consumidores genera grandes problemas. Diversos cánceres, accidentes laborales y de tráfico, violencia de todo tipo y cerca de 30 mil muertes anuales, solo en nuestro país.
Dada la cantidad de muertes, enfermedades, problemas sociales y laborales que el consumo de alcohol genera, está claro que a pesar de los miles de años que nos relacionamos con él, todavía no hemos aprendido a manejarlo, incluso se puede pensar que jamás lo conseguiremos, puesto que es una sustancia dañina para la salud y con una alta capacidad de generar adicción.
En la relación con diversos medicamentos, el problema se agrava. Tendemos a desconocer la interacción entre el alcohol y los medicamentos, a veces por desinformación y otras muchas por desinterés manifiesto, una especie de extraña auto trampa por la que, si no conozco el riesgo, no tengo que preocuparme por ello. Pero la interacción entre alcohol y medicamentos es numerosa y en algunos casos muy peligrosa, desde mermar la eficacia del fármaco, con lo que la enfermedad se puede agravar, hasta crear efectos adversos en la salud.
Las interacciones del alcohol sobre los medicamentos pueden ser resultado de dos procesos distintos.
El más habitual, cuando el alcohol interfiere en la farmacocinética, reduce o hasta inhibe por completo la metabolización del fármaco, con lo que no se consigue su eliminación, aumentando la concentración de este y multiplicando los efectos adversos.
La otra forma es reduciendo su actividad a través de los daños que el consumo de alcohol ha generado, sobre todo cuando el consumo es frecuente.
Alcohol y fármacos, es una mala combinación. En los pocos casos que resulta útil, el propio medicamente ya lleva la cantidad adecuada de alcohol.
El consumo de bebidas alcohólicas con los medicamentos que necesitan glutatión, también llamada glutationa, es especialmente peligrosa, no deben de mezclarse. La glutationa en un poderoso antioxidante y un protector del hígado. El alcohol requiere de glutationa para su metabolización, al consumirlo puede que no quede suficiente para metabolizar el medicamento y que entonces dañe al hígado.
Algunos antiinflamatorios y analgésicos combinados con alcohol pueden aumentar el riesgo de padecer úlcera estomacal, sangrado interno y desarrollar complicaciones hepáticas graves. También hay fármacos con alta hepatotoxicidad, con los que la presencia de alcohol en el cuerpo incrementa el daño hepático, particularmente algunos para el tratamiento del cáncer, psoriasis, enfermedades autoinmunes o artritis reumatoides.
La lista es extensa. Nunca conviene mezclar alcohol y fármacos con efectos depresores del sistema nervioso, ya que ambos son depresores e incrementarán el efecto sedante, tanto sobre el sistema respiratorio como sobre el corazón. Entre ellos se encuentran los que contienen opioides, como la oxicodona o el tramadol. También se encuentran los antihistamínicos.
Por lógica seguridad quedan excluidos todos los medicamentos relacionados con la salud mental, especialmente los depresores como las benzodiacepinas.
Tampoco conviene mezclar antibióticos y alcohol, porque va a aumentar los efectos secundarios de los antibióticos y puede generar problemas cardíacos y de hígado. Ni con anticoagulantes, ya que reducen su eficacia. También hay que evitarlo con antihipertensivos, tratamientos del colesterol y algunos fármacos para la diabetes.
No nos olvidemos de que los principales responsables de nuestra salud somos nosotros mismos, con nuestros hábitos diarios, de alimentación, de sueño, de socialización, de actividad física y por supuesto de cómo nos cuidamos cuando estamos enfermos. Los fármacos nos los ha de recetar una profesional de la salud, muy probablemente nos indique detalles concretos de como tomarlos y lo que no debemos de hacer, pero todos llevan un prospecto, largo, pero mejor que sobre información a que nos falte. Si cualquier consumo de alcohol es un daño para la salud, medicándonos el riesgo se multiplica. Con medicación, mejor abstinencia de alcohol, cualquier otra abstinencia, bajo criterio médico.