Agentes de Cáritas16/12/2024

Ángel Miguel Olivares: «Estamos para ayudar en todo lo que nos necesiten»

Ángel Miguel Olivares, párroco de Castellar, narra lo vivido por esta pequeña pedanía pegada al nuevo cauce del río Turia de València.

Este 29 de octubre en Castellar la lluvia no impide la celebración de misa, como una tarde más, en la parroquia Nuestra Señora de Lepanto. Nadie podía imaginar lo que estaba sucediendo. A la salida, los rumores de una avenida brutal corren de unos a otros.

Ángel Miguel Olivares, su párroco, narra lo vivido por esta pequeña pedanía pegada al nuevo cauce del río Turia de València, lo que costará rehacerse y volver a una normalidad que ya nunca será la misma y cuál está siendo su papel y el de la parroquia al lado de las familias que tan brutalmente han sido sacudidas.   

«En Castellar, —nos dice Ángel Miguel—, todos los ojos estaban puestos en el cauce del Turia. Lo que no pensábamos era que la riada vendría por detrás del pueblo. Esa noche no dormimos nadie. Quienes tienen familiares o amigos en los otros pueblos afectados fueron avisados por WhatsApp o llamadas. En general, eso nos dio tiempo a sacar los coches y llevarlos a la parte más alta y, a bastantes personas, a subir a las primeras plantas, aunque hubo quien no pudo hacerlo».

El agua llegó con menos violencia que a los otros pueblos, frenada por la autovía. Dejó de subir hacia las tres de la madrugada y de mañana ya pudieron comprobar el estado de la situación.  

«Han sido tres zonas del pueblo las que se han visto más afectadas, continua explicando Olivares—. En la parte alta el agua ha entrado poco menos de un metro. En L’Oliveral y la zona más baja de Castellar las casas han sido anegadas y las familias lo han perdido todo. Estábamos en shock».

«¿Cómo podíamos responder a esta catástrofe desde la parroquia?» —apunta el párroco—.

Lo primero que hicieron fue llamar a todos los grupos parroquiales para ver cómo estaba la gente.

Al mismo tiempo, pusieron en marcha el servicio de la caridad. Se convocó al voluntariado del equipo de Cáritas y se les pidió que estuviesen preparados para afrontar la situación lo antes posible. «Es un grupo muy majo, de once personas, que trabajan muy bien juntos», —añade—.

El Ayuntamiento puso un centro de acogida y se pusieron a su disposición para trabajar conjuntamente, en equipo, coordinados con los Servicios Sociales. El vecindario estaba limpiando sus casas y el voluntariado que no las tenía afectadas, desde el primer día estuvo en el centro de acogida.

«Como sacerdote recorrí todos los bajos del pueblo viendo quiénes estaban afectados y qué necesidades tenían. Llegaba a cada casa, que estaba abierta, entraba. Si me conocían, bien y, si no, me presentaba. «Soy el párroco. ¿Qué necesitáis?»».

Como hubiera hecho Jesús…

Sí. De hecho, se lo pedí a Jesús. Le pedí que Él me dijera lo que quería que hiciera en esta situación tan terrible, incomprensible y que nos desborda por todas partes.

Una vez que el voluntariado está organizado repartiendo comida o productos de higiene, hay otra misión para el sacerdote, que es pastor. 

«Después de haber visitado todos los bajos, empecé a visitar a los enfermos. Que me contaran cómo estaban, cómo estaban viviendo todo esto. Ellos son los más vulnerables. Han sido muchos días recorriendo las calles, estando presente en todas partes. Ahora, gracias a la gestión de la situación por parte de la Administración y al trabajo impresionante del voluntariado, por el pueblo se puede circular. Hay luz, hay agua… hay muchas casas por habilitar y esto costará mucho» —admite—.

«Somos conscientes de que esto va a durar mucho tiempo. En la parroquia, el equipo de Cáritas está preparado para acompañar y hacer el seguimiento habitual y atender, también, espiritual y psicológicamente a las personas que están sufriendo a causa de la tragedia que estamos viviendo. Estamos para ayudar en todo lo que nos necesiten», —afirma—.

¿Qué le pide a Dios ahora?

Ser pastor como Él quiere que lo sea. “Señor, hazme ser sacerdote como debo serlo ahora. Que  haga lo que Tú crees que tengo que hacer”. En estos momentos toca esto y en otros será otra cosa. Esa fue mi petición desde el primer momento de la riada.

Hemos celebrado misa. Con honda emoción. La iglesia se inundó y hubo una respuesta extraordinaria para limpiarla y adecentarla. Los primeros días, el culto se desplazó a L’Oliveral, porque en esta parroquia no entró agua. Al martes siguiente ya reanudamos la vida parroquial aquí. Abiertos a quien nos necesite.

La gente está centrada en su propia supervivencia. Donde vivir, dónde meterse, qué hacer con su vida… y aun así viene mucha gente a misa. El primer sábado que reanudamos la catequesis y el Junior hicimos una foto de recuerdo: los niños habían devuelto la alegría a nuestra parroquia.

Necesitamos al Señor más que nunca. Y Él está con nosotros.