Cáritas Xàbia reflexiona ante el inicio de un nuevo curso
Con una invitación a regalar la esencia de nuestra fraternidad y a buscar la espiritualidad en la acción social.
Una treintena de personas voluntarias de Cáritas Xàbia, adscritas a las parroquias de San Bartolomé y Nuestra Sra. de Loreto, han participado en una jornada de reflexión y oración ante el arranque del nuevo curso escolar. Las charlas corrieron a cargo de Pepe Real, responsable del Programa de Formación de Cáritas Diocesana y Francisco Murillo, titular de la Parroquia Nuestra Sra. de Loreto.
En su intervención, Pepe Real, tomando como imagen el comportamiento de la portulaca o verdolaga, planta que abre sus flores de una en una durante las horas soleadas, y de hombres y mujeres que vivieron su vida a su estilo, incluso a contracorriente, como la poeta Emily Dickisson, Johann S. Bach, o Charles de Foucauld, animó a las personas presentes a descubrir la propia esencia y a entregarse independientemente de los resultados «porque la auténtica eficacia es la de la simiente y del pellizco de levadura».
En un segundo bloque reflexivo, Real se apoyó en la encíclica del papa Francisco, Fratelli Tutti para animarnos a caminar hacia la amistad social, la fraternidad universal y no haciéndolo solos, o individualmente, sino implicando a toda la comunidad como corresponsables de la situación político económica y social en la que se encuentran nuestros hermanos y hermanas. Real alentó a todos a cuidar de las personas en situación de mayor fragilidad, siguiendo el ejemplo de Cristo y la parábola del buen samaritano, trabajando por los más vulnerables y regalando el tiempo como uno de nuestros mayores tesoros.
Tomando como pie algunas reflexiones del jesuíta Darío Moyá, Francisco Murillo centró su intervención en la necesidad de experimentar la espiritualidad en la acción social, vivida como experiencia de fe y ocasión para ejercitar las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Entre los modos cristianos de aproximarse a las personas más vulnerables, Murillo señaló la importancia de la limpieza de corazón a través de una continua purificación de las intenciones, la percepción mística del encuentro de Dios en la otra persona, la necesidad de arraigar el amor que se entrega en el ejemplo del Cristo Pobre, la comprensión de la acción social como vocación y por tanto como don, el cultivo de un talante contemplativo, mantenerse en un constante discernimiento, afianzarse en una esperanza recuperada y experimentar la entrega en clave de gratuidad.