Fundaciones19/01/2022

Compra compulsiva

En estos tiempos de rebajas, no está de más que repasemos un poco cómo realizamos nuestras compras, de la mano de Proyecto Hombre Valencia.

Todos somos compradores, tenemos necesidades a las que damos respuesta mediante la compra; alimento, ropa, higiene, cultura. Pero hay personas que no viven la compra como una herramienta, sino como un fin. Son aquellas para las que comprar equivale a éxito, supone felicidad por la liberación de una tensión que les impulsa a hacerlo, comprar es lo que tiene sentido. En la compra compulsiva, el objeto de la compra no es lo importante y muchas veces ni siquiera se usará.

En un ámbito más técnico, este trastorno se conoce como oniomanía, resultado de dos vocablos griegos onios, algo que se vende, y manía, sinónimo de furia, ira. Vendría a decir, “comprar con furia, sin control”. Una génesis etimológica muy similar a piromanía o cleptomanía, trastornos con los que la compra compulsiva tiene semejanzas.

La compra compulsiva puede encontrarse en todos los niveles socioeconómicos, comprando cosas para una misma o para otras personas: es frecuente que una madre justifique sus compras en regalos a sus hijos e hijas.

La excitación de la compra es similar a la de otras adicciones, sea a sustancias o comportamentales, como el juego o el sexo.

Al efímero placer le siguen los remordimientos, las peleas familiares por los gastos desmedidos, el sentimiento de culpa, la depresión y una ansiedad que solo se apaga con un nuevo atracón consumista. Los gastos pueden superar a los ahorros a través de créditos, lo que engrandece el problema.

La prevalencia en la población se estima entre el 2 y el 8 por ciento.

La compra compulsiva se da más entre mujeres que entre hombres, es una cuestión cultural. Puesto que la mujer está más penalizada socialmente por otras adicciones, recurre a aquellas en las que siente menos culpabilidad personal y menos rechazo social.

El tipo de compras también es habitual que cambie con el sexo: las mujeres suelen compran más objetos relacionados con el cuidado personal, la apariencia y el bienestar, tipo cosmética, ropa, calzado, complementos; mientras que los hombres compran objetos relacionados con el bricolaje, el motor, material relacionado con actividades al aire libre o de ocio.

La compra por Internet ha supuesto un factor de riesgo para muchas personas y, por lo tanto, un incremento de los casos. Las situaciones de confinamiento que hemos vivido desde marzo de 2020 han favorecido que muchas personas que no se habían acercado a la compra en línea lo hayan hecho y hayan descubierto ciertos beneficios para la compra compulsiva. Se compra sin ser observado, se puede curiosear, sin la desagradable sensación de estar siendo juzgado; no hay contacto humano, lo que elimina el esfuerzo de la interacción social, una habilidad que puede estar mermada en las personas que sufren esta adicción. Se puede comprar las 24 horas del día e independientemente del clima o las limitaciones.

Para poder realizar un tratamiento es fundamental que la persona reconozca que tiene un problema y que necesita ayuda. La colaboración del entorno es fundamental, como en todas las adicciones, sobre todo de la familia. Superar una adicción supone un gran esfuerzo, en el que toda ayuda honesta es útil. La compra compulsiva no cuenta con una especial conciencia social, lo que dificulta el reconocimiento del problema y lo puede hacer invisible. Al fin y al cabo, para algunos sociólogos, más que ciudadanos somos consumidores.

Como en otras adicciones, hay que identificar cuáles son los disparadores de la conducta adictiva y aprender estrategias de gestión- En la medida que se vaya recuperando el control de la propia conducta, surgirán nuevas capacidades para crear una vida más plena y digna.

Parece que la salud mental y social, está en crisis. Habrá quien opinará que es porque se diagnostica más y mejor, pero como dice Sabina Kuegler, alemana de origen, pero criada hasta los 17 años en las selvas de Papúa: «la vida en la jungla es físicamente exigente pero psicológicamente muy fácil, fui muy feliz». Por comparación, tal vez estamos creando sociedades demasiado complicadas para ser felices. Victor Frankl, psiquiatra y filósofo nos dijo: «la vida no es principalmente una búsqueda del placer, ni del poder, sino una búsqueda de sentido. La mejor tarea para cualquier persona es encontrarle sentido a su propia vida (…) La felicidad no es una posada en el camino, sino una forma de caminar por la vida».

Necesitamos apoyo profesional para superar una adicción, pero también algo de filosofía para vivir el resto de la vida.