Contra todas las violencias machistas
Como cada año, por el 25 de noviembre, desde Cáritas alzamos la voz en contra de todas las formas de violencia contra las mujeres
La violencia machista es el reflejo de un sistema social de desigualdad entre hombres y mujeres, con consecuencias directas sobre la vida, la dignidad y los derechos humanos de las mujeres. Los asesinatos son solamente la punta del iceberg. Pero debajo, encontramos conductas que son la antesala a ello y que se engloban dentro de la violencia física, psicológica y/o sexual. La prostitución es una de las formas de violencia más extrema contra las mujeres, que abarca todas estas dimensiones. Y lo es aún más, porque está legitimada socialmente. Cada día a nuestro alrededor, miles de mujeres y niñas sufren los abusos y la violencia sexual que supone el contexto de prostitución, tanto por parte de sus proxenetas como de los prostituidores que demandan sexo a cambio de pago. Y ahí está esa realidad. Oculta en pisos, clubs y a las afueras de las ciudades. Donde no podamos verla.
Carolina me contaba hace unos días que está cansada. Cansada de hacer salidas a casas de clientes (así les llama ella) en las que no sabe lo que se va a encontrar. Cansada de tener miedo cada vez que tiene que atender a un hombre en la habitación. Cansada de no poder salir a dar un paseo cuando le apetece, por tener que estar disponible veintidós horas al día. Cansada de comer comida basura porque no tiene tiempo ni espacio para poder cocinar lo que le gusta. Cansada porque no recuerda la última vez que pudo dormir ocho horas seguidas. Cansada de tener que ocultar a su familia la realidad que está viviendo siendo prostituida en pisos de nuestra ciudad. Cansada de no poder abrazar a su hijo desde hace más de dos años.
Diana estudió contabilidad en Cuba y se vino con dieciocho años, acompañada por su padre, cargada de sueños y dispuesta a comerse el mundo. Pero unos días antes de cumplir los diecinueve, pisó por primera vez un piso de prostitución. Tres años más tarde, sigue cargada de sueños, aunque ya pesan demasiado. Sueña con tener un permiso de residencia que le permita acceder a un trabajo en el que no se sienta vejada. Sueña con poder seguir estudiando y hacer nuevas amistades que le alejen de la prostitución.
Y como Carolina y Diana, nos encontramos muchas más mujeres en Jere-Jere. Vemos cada día cómo son vulnerados sus derechos, cómo afecta la prostitución a su salud emocional y física, las consecuencias que arrastran el resto de sus vidas, y cómo su dignidad queda rebajada hasta hacerles perder la capacidad de ilusionarse, de elegir o de tomar decisiones sobre sus propias vidas.
Desde Cáritas, a través del programa Jere-Jere, acompañamos a estas mujeres en un largo proceso de recuperación personal; favoreciendo el acceso a sus derechos, a retomar la capacidad de decidir y de hacer, a recuperar las riendas de sus vidas.
Y como cada año, por el 25 de noviembre, desde Cáritas alzamos la voz en contra de todas las formas de violencia contra las mujeres, poniendo el foco de este escrito en todas las sufridas por aquellas que se encuentran en los contextos de prostitución. Todo ello con la esperanza de que algún día, Carolina y Diana, vivan su vida libre de toda violencia.