El cuento de los viernes22/12/2025

Cuento de Navidad: Las segundas oportunidades

Esta historia ocurre en un centro de protección de menores, en el Hogar de protección Mare de Déu dels Desemparats i dels Innocents.

Aprovechando que estamos en la época más mágica del año, la Navidad, vamos a contaros una pequeña gran historia.

Esta historia ocurre en un centro de protección de menores, en el Hogar Mare de Déu dels Desemparats i dels Innocents. En él se encuentran jóvenes migrantes que huyeron de sus países dejando todo cuanto amaban por construirse un futuro mejor.

En el hogar, concretamente en un rincón del taller, entre serrín y olor a madera recién lijada, ocurrió algo que va mucho más allá de la carpintería. Llegaron unos bancos cansados, marcados por el tiempo, con grietas visibles y la dignidad algo olvidada. Nadie se sentaba ya en ellos. Como a veces ocurre con las personas, parecían haber quedado al margen.

Y entonces llegaron ellos, los jóvenes.

Manos jóvenes, algunas heridas por la vida, otras desconfiadas, otras llenas de preguntas. Jóvenes que, como esos bancos, conocen bien lo que es estar rotos, desgastados o juzgados por su apariencia. En el taller, la madera y las personas se miraron de frente. No hizo falta decir nada: se reconocieron.
Lijar fue quitar capas de polvo y de pasado, no para borrar la historia, sino para descubrir lo que aún podía brillar. Pulir fue aprender a tener paciencia. Pintar fue atreverse a soñar con un color nuevo. Y tratar la madera con cariño fue, quizá, el gesto más importante: recordar que nada se reconstruye sin cuidado, sin tiempo y sin amor.

Esta historia cobra un sentido especial en Navidad. Celebramos el nacimiento de un Niño que llegó al mundo en la sencillez de un pesebre, hijo de un carpintero. Jesús creció entre maderas, serrín y herramientas, aprendiendo que lo que parece frágil puede sostener, que lo humilde puede ser sagrado y que las manos que trabajan también sanan. No es casualidad que este proyecto haya nacido en un taller de carpintería: allí donde José enseñó que crear, reparar y acompañar también es amar.

Y ese ha sido el papel del maestro taller, estar al lado de los y las jóvenes, ayudándoles a superar sus miedos, acompañándoles mientras curan sus heridas y valorando cada paso hacia delante en su propio camino de vida. Cuando los bancos volvieron a montarse, ya no eran los mismos. No solo estaban restaurados: estaban llenos de sentido. Cada uno llevaba grabada una frase del papa Francisco, el Papa de la juventud, de las segundas oportunidades, de la mirada que no condena, sino que levanta. Sus palabras descansan ahora sobre madera restaurada por jóvenes que también están escribiendo su propia segunda oportunidad.

Hoy, esos bancos vuelven a tener un sentido, una función, la de ser lugar de conversaciones, de encuentro y de descanso reconfortante en nuestro propio camino diario. Estos bancos nos recuerdan algo esencial: nadie está demasiado roto como para no ser reparado, nadie está acabado si hay alguien dispuesto a creer en él. Así como la madera volvió a tener un lugar, estos jóvenes también lo tienen, démoselo.

Porque en Navidad aprendemos que Dios nace en lo pequeño, en lo frágil, en lo que muchos descartan. Y este proyecto nos lo vuelve a decir, con madera, con manos jóvenes y con esperanza: siempre es posible volver a empezar. Y este cuento no acaba aquí, ahora los bancos son repartidos por todos los
proyectos de personas que acompañan a personas. El trabajo de los jóvenes ahora se podrá disfrutar en aquellos lugares donde la humanidad y el amor de Dios hacia todos se transmite, convirtiéndose estos bancos en un instrumento evangelizador del mensaje eterno que el papa Francisco nos dejó.