Economía solidaria02/05/2024

¡Cuidemos el trabajo para cuidar las personas!

Celebramos la festividad de San José Obrero, coincidente —no por casualidad— con el Primero de Mayo, Día de los Trabajadores y Trabajadoras.

La concurrencia de este día, para la Iglesia, como fiesta de San José no le resta fuerza a nuestra historia, todo lo contrario, en él recordamos a tantos y tantas trabajadoras anónimas que, como el Carpintero, pasan desapercibidos, pero diaria y humildemente están presentes al servicio del bien común, al cuidado de sus compañeras y compañeros de trabajo, ensamblando las esperanzas, moldeando un mundo más fraterno, lijando las situaciones injustas, barnizando de solidaridad las estructuras…

Conmemoramos que el movimiento obrero, en comunión con el papa León XIII, alcanzaron —entre otros logros— la jornada laboral de 40 horas semanales, en un mundo donde era normal trabajar más de 12 horas todos los días. Un gran movimiento obrero y una Doctrina Social de la Iglesia, que en las postrimerías del siglo XIX fue el germen de la lucha por la dignidad de los trabajadores y trabajadoras. Hoy seguimos en esa reivindicación, nos comprometemos por el trabajo decente, para que cada persona pueda vivir satisfactoriamente de su trabajo, y para que el trabajo sea para la vida y el cuidado de la persona, de la familia y del planeta.

Por eso invitamos a que celebremos este 1º de mayo como un día que nos llena de orgullo y de agradecimiento. Y de corresponsabilidad personal y comunitaria ante las vulneraciones de derechos en el ámbito del trabajo, de poner rostros y nombres a la superación de las situaciones de injusticia laboral, de compromiso con la realidad del mundo obrero en todas las latitudes del planeta, y de fraternidad y oración ante las personas que sufren el desempleo, la precariedad laboral, condiciones de trabajo perjudiciales y accidentes laborales graves.

Las personas que confían en Cáritas para superar las barreras que les dificultan el acceso a un empleo se enfrentan a un mercado de trabajo que cada vez exige más y ofrece menos. Aun así, siguen luchando y esforzándose por mejorar su formación, competencias profesionales y estrategias de búsqueda de empleo. Y cuando encuentran ese empleo, nuestro contexto laboral está caracterizado por altos niveles de precariedad (temporalidad, parcialidad, dificultades para la conciliación, bajos salarios…), donde tener un trabajo hoy en día no es suficiente para salir de la pobreza y tener unas condiciones de vida dignas. Esta realidad afecta indudable y preocupantemente a la siniestralidad laboral.  Y se traduce también en altos índices de estrés, ansiedad y depresión entre la población trabajadora.

Desde Cáritas, como Iglesia diocesana implicada en el mundo del trabajo, queremos poner la mirada en la necesidad de cultivar el cuidado en el entorno laboral para mejorar la realidad de las personas. Reclamamos un mayor compromiso en favorecer el cuidado de las personas trabajadoras, entornos laborales capaces de armonizar las necesidades personales y familiares con el trabajo, condiciones de trabajo que no pongan en peligro el bienestar físico y mental de las personas, que prime la dignidad y la salud de las personas y el planeta sobre el beneficio económico. En resumen, un mercado laboral inclusivo y sostenible, que sitúe a la persona en el centro, que promueva el bien común y que construya una sociedad equitativa y cohesionada.

Apostemos por ello con nuestro modelo de vida, nuestros hábitos de consumo y nuestra concepción del mundo.

¡Cuidemos el trabajo para cuidar las personas!