El amor de Juanita
El #CuentoDeLosViernes de hoy nos habla de amor, pero de Amor del bueno, no del que proclaman los centros comerciales.
Juanita vive atrapada en una silla de ruedas. Vive. Con el cuerpo medio paralizado y sin poder decir una sola palabra, vive. Vive confiada porque con ella está, atento, solícito y paciente, el amor de su vida, su marido. Juntos desde casi niños, cuando Juanita cayó enferma, él se dijo y le dijo que la “salvaría”. Ella supo que podía confiar en su recuperación porque él era el hombre más cumplidor que había conocido nunca.
Juanita, la “novieta de toda la vida” sigue necesitando, a sus más de ochenta años, ese amor alegre y tierno, leal y sincero, que siempre la ha arropado. Esta mujer ha tenido el genio algo fuerte y su padre ya le decía, cuando se casó, que había tenido mucha suerte porque el chico era muy bueno.
Muy bueno y muy enamorado, con un amor de esos que nunca se acaban, de los que ni envejecen ni se agotan. Y Juanita le ha amado y su amor se ha alimentado con el amor de él, creciendo y creciendo.
Falló la salud de Juanita y ahora viven los dos en la residencia. A ella no le falta de nada porque las chicas la atienden muy bien y él está pendiente de cada gesto de su mujer, al tanto de todo. Ha encontrado en la residencia algún compañero con el que echar amenas partidas a las cartas o dar cortos paseos por el pueblo.
¿Y qué pasa con Juanita? Pues que se enfada mucho. No le gusta nada que la deje ni un momento sola. Cuando él se le acerca de vuelta de sus pequeñas distracciones, Juanita gira la cara y con la mano que tiene buena intenta apartar al marido. Él, risueño como es, la acaricia, le hace gracietas y le dice palabras como si fuera una niña, su niña.
Juanita, ni un minuto es capaz de mantenerse firme. Corresponde sin palabras, con la sonrisa en los labios y en los ojos, a esa ternura fresca y viva, queriendo y dejándose querer.
¡Qué gran misterio el amor! Como todo lo grande y hermoso que proviene de las manos de Dios.