El cuento de los viernes09/02/2024

La camisa blanca

Hoy, #ElCuentoDeLosViernes nos habla de una camisa y un sueño que empieza a hacerse realidad.

Fadi vuelve a casa tan contento. Atrás ha quedado la vida de penuria, la dura búsqueda de trabajo estable. Ahora, es otra cosa. Lo sabe.  

De momento seguirá compartiendo piso con los otros muchachos.

En el trabajo se esforzará y aprenderá todo lo que pueda, así cuando consiga la regularización le mejorarán el sueldo y podrá hacer cursos de gastronomía y llegar a ser un gran chef.

Lo sabía. Sabía que encontraría un buen futuro si se arriesgaba a subirse a aquella patera.

Ahora tendrá que ver si el dinero que le queda le da para comprarse una camisa blanca. Dos sí que es imposible y tiene que llevarla a diario para servir las mesas.

— Sería lo mejor pero no puede ser. En cuanto llegue del restaurante la lavaré y la pondré a secar en la terraza, con cuidado para que no se arrugue. Pronto me compraré una plancha. Y después otra camisa.

Y llamó a su madre para contárselo todo. Riendo y bromeando.

A la mañana siguiente le esperaba una dura jornada de trabajo. Volvió a casa cansado y con un táper para cenar. Sin gastarse un euro.

En el lavabo restriega la camisa con sumo cuidado. El cuello, los puños, en la parte de las axilas, la escurre bien y la sube a la terraza. La sujeta con dos pinzas y la estira por la espalda, por las mangas y por los delanteros.

— Mañana, ¡bien seca y a punto!

Se ducha, cena y se va a dar una vuelta antes de acostarse. Hacía tiempo que no dormía tan bien.

Se levanta pronto y antes de desayunar sube a por la camisa. Los escalones de dos en dos y canturreando una canción de su tierra.

Abre la puerta y encuentra el tendedero sin una sola prenda y las dos pinzas en el suelo.

Da unos pasos hacia atrás y se deja caer sentado en el suelo. Llora sin saber qué hacer. Se levanta lentamente y toma una decisión. Baja y sin desayunar se viste. Unos vaqueros y una camiseta.

Llega pronto al restaurante y el jefe ya nota que le ocurre algo.

— No puedo trabajar, —dice el chico sin levantar la mirada—.

— Ay, Dios mío, ¡qué problema tendremos para que vengas con esa cara! ¿Qué pasa? —responde el jefe echándole el brazo por los hombros—.

Camisa blanca. Ilustración: Mª José Varea. 

A la hora que abre el restaurante, Fadi está en su puesto. Bien peinado, con una camisa blanca que le viene un poco grande y la cabeza alta, dispuesto a ser un excelente camarero.

Piensa con agradecimiento que el jefe es buena gente. Se preocupa por quienes trabajan con él. Le ha dicho que vaya a trabajar en camiseta y cuando llegue al restaurante tendrá la camisa blanca preparada. La mandará a lavar con los manteles y cuando ahorre un poco de dinero ya podrá comprarse dos camisas y una palangana. Las irá tendiendo en la habitación, que siempre cuida de cerrar con llave.

Es la mejor vida que podría imaginar. Como soñaba, va a tener un buen futuro como cocinero. Tiene tiempo para ver, en la ciudad, donde podrá hacer cursos para ser un profesional de verdad.

En cuanto tenga los papeles.