La puerta del futuro
El texto nos ayuda a pensar en quienes buscan una vida mejor, cuando celebramos la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado este domingo.
Lampedusa es la puerta a un futuro en condiciones. Es la puerta a la Europa próspera que ofrece trabajo, seguridad, tranquilidad y hasta algunas buenas comodidades si se tiene suerte. Es la puerta que intentan abrir esas personas migrantes cuya historia debiera conmocionar a las sociedades y tomar cartas eficaces y comprometidas a los Gobiernos de Occidente.
Lampedusa se ha convertido, una vez más, en el destino trágico, en un cepo, para las miles de personas migrantes que han alcanzado sus costas este mes de septiembre con una mochila repleta de esperanza y algunos sueños. Como siempre, de todas las edades. Niños, algunas veces, al calor del cuerpo del padre, la madre o el hermano, que ni siquiera saben lo que es la esperanza ni los sueños. Solo saben que el hambre y el miedo no han desaparecido al llegar a esta tierra de turismo y recreo.
“Que no les dejen salir de sus países” es la idea aportada por la dirigente del país. Así debe ser, pensará ella. Que perezcan, sin molestar, de guerra, de violencia, de corrupción, de hambre o de otros desastres. Porque desastre es, por ejemplo, la falta de vacunas que precipita la agonía y la muerte de miles de niños. ¡Que perezcan los más míseros en los países más miserables!
Muchos son los países que tienen sus costas y sus fronteras pobladas de Lampedusas a donde llega la migración más desolada de la tierra. Y llegan también las personas que, además, son víctimas de su integridad moral que les hace luchar y enfrentarse a la injusticia. Perseguidos por sus propios gobiernos o bandas criminales, son quienes piden refugio en los países que podrían acogerles.
Las Lampedusas duelen a quien se siente prójimo del ser humano apaleado en el camino, proceda de donde proceda. La delicadeza de enjuagar sus heridas, el esfuerzo de cargarle en hombros, los dineros para procurar su restablecimiento debería ser responsabilidad de todos. Muchos son los que extienden sus redes para crear lugares de acogida, de familia, facilitando los recursos que puedan promocionar su vida con dignidad. Es mucho.
Y no es suficiente. Los propósitos de los Gobiernos en cuanto a responsabilidad y solidaridad no alcanzan a cuidar mínimamente la vida de las personas más desvalidas del mundo ni a tomar las medidas para conseguir la paz y la prosperidad en sus países de origen.