La ‘tia’ Rosa
El #CuentoDeLosViernes nos cuenta la historia de la 'tia' Rosa, que podría ser cualquiera de nuestras abuelas, tías o madres, en cualquier lugar.
Cargada de experiencia y sabiduría, la tia Rosa es una anciana…
— ¡Te he dicho que no pongas que soy una anciana!
— Pero Rosa, ¿cómo voy a hablar de ti, voy a decir que tienes biznietos y no quieres que diga que eres una anciana? Eres una anciana joven, pero anciana. Ah, y de buena salud y moderna.
— Pon que soy una… ¿señora mayor?
— Pues ya que estamos en esas, cuéntame por qué no quieres ir a las comidas de los jubilados por no juntarte con los viejos si muchos son más jóvenes que tú.
— Pues porque no se aprende nada bueno.
— ¡Anda!
— Todas están más malas y lo cuentan sin parar. No se escuchan las unas a las otras, solo se quejan. Y ¡cómo comen!
— ¿Y tú, cómo lo sabes si no vas nunca?
— Porque es lo que hablan cuando van al médico, que allí sí que tengo que ir. Pues en las comidas harán lo mismo, digo yo.
La tia Rosa es todo un carácter, con carisma, independiente y buena gente.
— Rosa, cuéntame cómo ha cambiado la vida desde que tú eras joven de verdad.
— Uy, madre mía. Yo, de pequeña pasé mucha hambre. Bien pronto nos pusieron a trabajar a mis hermanos y a mí. Había mucha necesidad. Mira, un litro de aceite valía cinco pesetas y el jornal de un día era una peseta. Y luego mis hijos han ido a la Universidad y, ¡sus buenos empleos que han tenido! Ya están jubilados y cuidan de los nietos. Ahora, que los he llevado más rectos que una vela. Cuando estudiaban, ayudaban mucho a su padre en la huerta y dinero, les dábamos lo justo.
Los nietos de la tia Rosa también han ido a la Universidad y es un orgullo para ella. La casa la tiene llena de fotos de todos ellos, que viven lejos, y de los biznietos. Su marido falleció hace años después de un Alzheimer que le mantenía como un niño apacible con la tia Rosa como madre solícita y sin flaquear.
— Sí que han cambiado las cosas, sí. A mí me duele todo el cuerpo igual que al mundo que está muy revuelto. Miras la tele y todo son riñas y no vale na. Yo, cuando veo a los chiquillos esos que vienen solos y no los quieren en ninguna parte me pongo mala. ¡Animales! Pobres criaturas.
Rosa vive sola, rodeada de un vecindario entre el que se da de todo. Se comparte, se hacen recados, se charla, se preocupan los unos por los otros, alguna pregunta indiscreta, se cuidan, se enjugan lágrimas… Un paseíto por la mañana, un paseíto por la tarde y siempre hay palabras agradables, burlonamente simpáticas, con interés, con buen humor y bastantes risas… según se da, con quien se cruza. Y todos los días a tomar el fresco con las amigas, que cada vez son menos pero van acudiendo otras más jóvenes. Tarde y noche en verano a la puerta de la calle y en invierno, después de comer, dentro del garaje, que da el sol.
— No digas que vivo sola. ¿Y la Lili?
¡Se me había olvidado la pobre Lili! A Rosa, sacarla de su casa hubiera sido matarla y sus hijos quisieron que viviera acompañada. Ahora las dos, la tía Rosa y Lili forman un buen equipo.
— A mí no me hace ninguna falta porque en casa me apaño bien, pero, ¿tú sabes que yo soy como una empresaria? Yo le pago jornal a la Lili que le da para vivir y aun manda dinero a su familia La he enseñado a guisar lo de aquí y ella me pone platos de su país. Con eso estoy ayudando a que el mundo vaya mejor, aunque no te lo creas.
Rosa dice que se esfuerza, día a día, por comprender que tiene que adaptarse con ánimo a los cambios de su cuerpo. Que siempre tiene que caminar con andador, que se olvida de donde pone las cosas, que no recuerda del nombre de mucha gente que pasa por su puerta, que las noches son muy largas cuando se duerme poco, que la soledad no es mala compañera si se sabe que los suyos están bien y la quieren, que tiene que poner buena cara y buena voz aunque le duelan todos los huesos…
— Pon que no le tengo ningún miedo a morirme, que estoy muy tranquila y a gusto y lo demás ya es cosa de Dios, y que no le voy a decir yo cuando tiene que hacer su faena.
Rosa también dice que tiene una libreta en la que anota los nombres de las nueras, de los nietos, de los biznietos, la fecha de sus cumpleaños y otras muchas cosas que se le ocurren. Todos los días repasa las líneas escritas con mano cada vez más temblorosa.
La tia Rosa es una mujer admirable, una sabia, una filósofa.