Análisis y reflexión28/12/2023

Las lágrimas de Jesús

Hoy es un día muy significativo para pensar en los niños y las niñas, inocentes, que sufren violencias.

Jesús está sentado al borde del cielo. Pensativo. La cabeza un poco inclinada hacia abajo, un codo apoyado en la rodilla, la palma de la mano sujetando una mejilla y la otra cubierta por el cabello. Contempla la vida que sucede bajo Él.

Las lágrimas le resbalan por el rostro. Hoy es un día muy significativo para pensar en los niños y las niñas, inocentes, que sufren violencias por las decisiones de gente importante o por los que la sociedad ignora o utiliza para su provecho más malsano. Su pesadumbre no cesa con el paso de los siglos, todos presentes a una vez.  

Hoy es ayer y es mañana. A sus amigos, los que le seguían en sus días en la tierra, les dijo que dejaran que los niños y las niñas se le acercaran y que el que no sintiera como un niño no entraría en el reino de Dios. Cada niño es el principio de la obra de Dios en el ser humano.

En aquel tiempo, y en otros también, eran buena mano de obra y moneda de cambio para negocios entre familias. Los huérfanos y los hijos de viuda mendigaban en calles y mercados para subsistir. Descalzos y con cuatro harapos, comiendo desperdicios y durmiendo al cielo raso, los que alcanzaban la edad adulta seguían deambulando por los márgenes de la vida y hasta llegaban a aprovecharse de los que eran como ellos habían sido años atrás.

Un ayer vivo en su corazón, que se mezcla con el hoy de un mundo dividido en categorías, donde muchos niños y niñas, inocentes, son víctimas de su lugar de nacimiento y que, quizás, sea preludio de un mañana que hoy no se atreve a mirar.

Son los que cruzan, a pie, con sus familias, países enteros en busca de la frontera que les lleve al país del progreso, la justicia y la paz; los que, entre escombros, ven morir a los suyos  y agonizan sin saber qué ocurre; los que no les alcanza ni el agua ni los alimentos, los que son abandonados por sus familiares por no poderlos mantener. No quiere mirar más.

Inocentes. Confiados y con el amor más puro para entregar a quienes también les aman. Crédulos con los que merodean en busca de la preciada mercancía.

Son los que hoy como ayer y, quizás, como mañana, inocentes, se tropiezan con las cavilaciones y proyectos del faraón o de Herodes.

Las lágrimas de Jesús empapan la tierra. Ayer, hoy y, quizás, mañana. Brotan de ellas corazones, insuficientes, como los de los reyes magos de oriente y los de las gentes sencillas que sufren con el sufrimiento del prójimo y acuden a remediarlo. Que se exponen a ser señalados, perseguidos e, incluso, eliminados. Personas todas ellas sabias y, a su vez, sencillas que miran a Jesús como ejemplo y guía, apoyo y fortaleza, que, como Él, lloran por cada niño privado de su inocencia, de su alegría, de su infancia y también sus lágrimas les acunan luchando porque la esperanza para ellos alcance el hoy y también el mañana.