Análisis y reflexión30/11/2020

Más puentes y menos muros

El 29 de noviembre se celebra el Día de Solidaridad con el pueblo palestino y nuestro compañero, Davi Montesinos, nos recuerda la cantidad de muros que existen en el planeta.

Hacia finales de 1989, dos muros históricos se derrumbaron, asombrando e inspirando a personas de todo el mundo. El primero, el 9 de noviembre de 1989, fue la caída del Muro de Berlín después de 28 años. El segundo muro era más simbólico, pero igualmente impactante en la forma en que dividía a las personas y segregaba vidas. Fue el sistema de apartheid en Sudáfrica.

Sin embargo, es muy triste que, 30 años después, nos encontremos en un mundo con más muros que nunca. De seis muros en 1989, hemos pasado actualmente a por lo menos 63 muros a lo largo de las fronteras o en territorios ocupados en todo el mundo. Además, los líderes políticos en todas partes están pidiendo más muros. Y esto solo incluye los países con estructuras físicas amuralladas. Muchos más países han militarizado sus fronteras mediante el despliegue de tropas, barcos, aviones, drones y vigilancia digital, patrullando tierra, mar y aire.

Si contamos estos “muros”, serían cientos. Como resultado, ahora es más peligroso y mortal que nunca cruzar las fronteras para las personas que huyen de la pobreza y la violencia. Mientras construimos estas fortalezas, estamos segregando a las personas, protegiendo los privilegios y el poder de unos y negando los derechos humanos y la dignidad de otros. Nuestro mundo amurallado está creando un nuevo tipo de apartheid global que se construye sobre ideologías racistas que niegan a grupos de personas los derechos básicos y perpetúan las violencias. Los muros son expresiones físicas de la enemistad cultural.

Ha habido un aumento constante de muros desde 1989 con notables oleadas de construcción de muros en 2005 y 2015. Solo en 2015 se construyeron catorce muros. Desde 2018, hay 63 muros en todo el mundo. Hay empresas que se lucran y argumentos que se esgrimen para justificar la construcción de muros. Grandes empresas armamentistas como Airbus, Thales, Leonardo, Lockheed Martin, General Dynamics, Northrop Grumman y L3 Technologies son las principales ganadoras de contratos relacionados con la construcción de muros fronterizos y vallas en Europa y Estados Unidos. Las principales razones que dan los gobiernos para justificar los muros son: inmigración (32 %), terrorismo (18 %), contrabando de bienes y personas (16 %), narcotráfico (10 %), disputas territoriales (11 %) y entrada de militantes de otros países (5 %). Los muros están siempre acompañados por una variedad de sistemas tecnológicos —como equipos de monitoreo, detección e identificación, vehículos, aviones y armas— que proporcionan las empresas militares y de seguridad. Los sistemas autónomos y robóticos, como los drones y las torres inteligentes, también se utilizan (o prueban) cada vez más para la seguridad fronteriza, incluso como parte de, o conectados a, muros y vallas.

Israel es el país con el mayor número de muros (seis), seguido de Marruecos, Irán e India (tres), y Sudáfrica, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Turquía, Turkmenistán, Kazajstán, Hungría y Lituania (dos). India ha construido tres muros fronterizos de 6540 km de largo, lo que significa que el 43 % de sus fronteras están amuralladas. El Sahara Occidental tiene un muro construido por las fuerzas de ocupación marroquíes considerado “la barrera militar funcional más grande del mundo”, de 2720 km de largo rodeado por nueve millones de minas terrestres, lo que lo convierte en uno de los países más minados del mundo. México y su frontera con Guatemala es otro caso de fronteras militarizadas que no dependen de muros. Hasta cuatro países de un total de cinco han construido muros fronterizos contra Siria en algunos de sus tramos, donde la situación de la población civil es extremadamente grave: 13 millones de personas necesitan ayuda humanitaria y 6,2 millones se encuentran desplazadas de sus hogares en su propio país.

La narrativa utiliza el lenguaje del miedo para persuadir a las personas de que apoyen las soluciones basadas en la seguridad, en particular la militarización de las fronteras y hacer la vista gorda ante sus consecuencias mortales. Sin embargo, elude las causas reales de la inseguridad como son la concentración de poder y de riqueza en manos de una pequeña élite, un sistema que solo existe a costa de la explotación de las poblaciones más pobres del mundo, que impide la provisión de vivienda, la atención médica, la educación y los medios de subsistencia para todos, hechos que sí que brindarían seguridad y una paz auténtica y duradera.

Los movimientos sociales, la educación y la acción política pueden derribar los muros. Como ha dicho el papa Francisco, hagamos prevalecer la cultura del Encuentro. Construyamos puentes y no muros. Y, por último, tengamos en cuenta que la historia humana nos abre una vía de esperanza: con el paso del tiempo, las murallas, como la China, y los muros, como el de Berlín, están destinados a ser solo una atracción turística.

(Extracto adaptado del resumen ejecutivo del Informe 46: «Mundo amurallado, hacia el Apartheid Global» del Centre Delàs d’Estudis per la Pau cuyos autores son: Ainhoa Ruiz Benedicto, Mark Akkerman y Pere Brunet).