Merçe Silla: «Todo ser humano debe tener a alguien que se preocupe por él»
Desde diferentes lugares y puestos en la diócesis de Valencia, Merçe siempre ha trabajado por la dignidad de las personas.
La sonrisa y el gesto de Merçe Silla atrapan desde el momento en que la conoces, porque sonrisa y gesto, sabiendo cual es su punto débil, muestran y expanden el aliento de su vocación.
Y es que Merçe Silla afirma que con toda la actividad social que realiza no da bastantes gracias a Dios por la buena salud que le ha dado y debe responderle devolviendo tan preciado regalo en forma de servicio allá donde su voluntad la lleve. Para ello se alimenta, insaciable, de Evangelio y de todo lo que de él se deriva. El encuentro con Cristo lo vive en el acompañamiento y en la ayuda a las personas para descubrir que todo se puede, que cualquier realidad, con empeño, puede llegar a transformarse en una realidad en mayúscula.
No podemos decir que Merçe se haya anclado en una época. Otro don con el que Dios la ha dotado, aunque ella no lo perciba, es la inteligencia. Despierta y vital, ha vivido cada momento social con plena consciencia de su problemática, lo que la ha motivado a actuar en consecuencia.
— «Bonicos… ¿queréis ser voluntarios de Cáritas?». Es el abordaje de Merçe, una noche de sábado, a una pareja de jóvenes desconocidos. Ante el desconcierto de los chicos, ella no les da tregua y les invita a conocer al equipo. «Están ahí, a un paso, en la iglesia». Y allá que se van los tres…
Desde muy joven Merçe ha formado parte de los principales movimientos de la Iglesia. JARC y en consecuencia el origen de Caixa Popular, viviendas populares, escuela comarcal, cooperativismo… Cáritas en definitiva. Hablamos de primeros de los años setenta, de la Transición con el cardenal Tarancón como arzobispo de Madrid, de la actualidad… Merçe era chica de pueblo, de casa de agricultores, trabajando como puericultora primero y empresaria después, con fe para ser apóstol, con empuje para estar disponible a la llamada de Dios. «Tira adelante», se decía. Con su marido, europeo cuando en España todavía éramos de pueblo, vinculado también profundamente a la Iglesia, formó la unión que les hizo volcarse en cada llamada que la Iglesia les hacía.
Hablar con Merçe de Cáritas es remontarse a un inicio de la entidad lleno de planteamientos sociales en las parroquias. Recuerda que en el año 1978 se promovió la creación de asociaciones de vecinos en los pueblos, diseñada por Cáritas Diocesana para paliar las carencias estructurales y sociales que impedían su progreso. Fue un despertar para muchos de ellos, con cantidad de gente joven implicada. Almàssera, en el que Merçe ha tenido el hogar desde su matrimonio, tenía calles sin abrir, falta de ambulatorio, acequias sin tapar entre las casas, sin parques… No era solo dar de comer que, como siempre ha dicho, Merçe, no dignifica a la persona. La asociación fue el revulsivo para movilizar a todo los entes sociales. A la iniciativa, por su empaque y proyección, se unieron partidos políticos, de derechas y de izquierdas. Se construyó el ambulatorio, se cerraron las acequias, se abrieron calles, parques…
Precursora en la idea de la promoción, de la dignificación de la persona, ha trabajado, desde Cáritas Diocesana, en la Comisión Permanente, en la Fundación José Mª Haro y en las Cáritas parroquiales para que «no fuera solo la comida lo que ofreciéramos a las personas que acuden a nosotros en busca de apoyo, porque todo ser humano debe tener a alguien que se preocupe por él».
Centrada en su Cáritas parroquial de Almàssera, hace unos años iniciaron talleres de crecimiento personal en los que las participantes pudieran salir reforzadas en su autoestima y valores y que pudieran estrechar lazos de amistad entre ellas.
«Es lo que queremos hacer ahora. Un taller de acogida y de conocimiento mutuo, con contenido diverso pero cuya finalidad última sea tejer redes. De las personas que atendemos, muchas ni se conocen aun siendo del mismo país. Hablar, expresar las necesidades, ofrecer recursos…».
Ahora el equipo está en la transición entre las bolsas de comida y los vales para la compra en supermercados. Es lo que ha traído la pandemia de bueno. «La gente viene contentísima porque compran lo que necesitan, no lo que tú les das». Han repartido huchas para hacer visible este proyecto y conseguir la economía suficiente para sustentarlo. En cuanto a la búsqueda de trabajo, que es lo importante, remiten a los equipos de empleo de la Vicaría.
La cuestión, dice Merçe, es sacar Cáritas a la calle. «Si te mueves, la gente responde». Y a este equipo le va respondiendo la gente, el Ayuntamiento, las entidades bancarias… porque se mueven.
Otra cuestión que ha traído la pandemia es la necesidad de atraer a personas jóvenes que conozcan y se involucren en la acción caritativa, Cáritas y Merçe no duda en salir a la calle y ofrecer tan extraordinaria aventura a la población más joven de Almàssera. La difusión de un curso de voluntariado en la universidad Cardenal Herrera-CEU, en marzo pasado, ha atraído a «dos chicas… una más… y otra… ¡ya eran cuatro! El Señor sí que es verdad que se ocupa de esto».
Y de esa pareja de jóvenes que la acompañó, hace unas semanas, un sábado por la noche, a conocer a las compañeras de Cáritas, ella, estudiante de Sociales, dijo sí. «Ya ha hecho el curso del CEU. Sabe y es de espabilada… Ahora lo estamos intentando con el chico».
Hablar con Merçe Silla supone conocer la historia viva de Cáritas, de su pasado y de su presente. Dios se recrea en personas como ella para que acompañen a sus hijos e hijas más débiles, para tener pilares fuertes en su Iglesia y para lanzarse a la calle a evangelizar.