Agentes de Cáritas09/10/2020

No quiero poner mi nombre

En esta semana en la que celebramos la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, nos acercamos a "una entre muchas" historias donde el trabajo no posibilita la vida.

No quiero poner mi nombre a este testimonio ni quiero que mi rostro enmarque una carrera de fondo para llegar a la meta, legítima, de un empleo estable que me permita simplemente vivir porque yo soy una más, una entre muchas, que ha dedicado al trabajo un esfuerzo agotador para conseguir unas migajas de vida digna.

Tengo cuarenta y dos años, soy española, con pareja desde hace muchísimos años y una hija de siete años.

Hace muchos años también me vine a estudiar a València. Estudiaba y trabajaba para pagarme los estudios. Hice Historia del Arte que era mi vocación y siempre trabajé  en hostelería. Es bastante duro. A los dieciocho años empecé en una heladería sirviendo mesas. Luego, aquí en València, en una pastelería, he hecho encuestas, bares, en Burger King… Bastante duro por los horarios y la carga de trabajo. En hostelería sabes a la hora que entras pero nunca cuándo vas a salir. Las jornadas se alargan mucho, el sueldo, normalmente, es por jornada laboral, hagas las horas que hagas o también son contratos por horas.    

Cuando acabé la carrera intenté encontrar trabajo de mi especialidad, incluso recopilé temario para prepararme una oposición pero luego, por mi situación, necesitaba dedicarle mucho tiempo y vi que no podía ser. 

El haber hecho la carrera lo valoro a nivel personal porque he estudiado lo que me ha gustado pero si volviese atrás haría, a lo mejor, algo más práctico. Lo enfocaría de otra forma pero ya está hecho y tengo que seguir adelante. Tampoco lo pienso como una pérdida de tiempo. 

Cuando tuve a mi hija accedí a Cáritas, a un proyecto para madres en la parroquia de María Medianera. Al tiempo, cuando la niña tenía alrededor de dos años, estaba sin empleo y empecé en el proyecto Hiedra para la mujer. Me quedé también como voluntaria con los niños.

De la parroquia me mandaron al programa de inserción laboral de Cáritas Diocesana, con Sara. Gracias a ellos conseguí la entrevista en una gran superficie. Eso fue en marzo de 2017 y empecé a trabajar en septiembre de ese mismo año. Estoy de cajera y después de los empleos por los que he pasado estoy muy bien, muy contenta. Es un trabajo que puedo desarrollar muy bien. Mi contrato no es de muchas horas pero cada vez me van dando más. Son contratos que van renovando y periodos de paro. Lo importante es que me siguen llamando y por lo menos estoy bastante bien.  

Entre mi pareja y yo nos arreglamos muy bien con la niña. Nos vamos compaginando. Él ha tenido siempre trabajos eventuales. El último fue en una ETT pero desde hace un año su madre está con Alzheimer y ayuda en la tienda que tiene, un ultramarinos con frutería. Con su hermana, de madrugada van al mercado a comprar lo que necesitan. A su madre aun le falta bastante para jubilarse y tienen que ayudarla a continuar.

No tenemos mucho pero seguiremos adelante.