Agentes de Cáritas26/07/2023

Paquita Ferrando: «Íbamos a las casas, veíamos cómo estaban y que no les podíamos abandonar»

Paquita ha recibido el reconocimiento de Cáritas por su dilatada vida de servicio de la Iglesia.

Simat de la Valdigna ha tenido la suerte de contar con personas que, como Paquita Ferrando, han hecho de su fe en Dios una obra de misericordia férrea para asentar en su pueblo el Evangelio y, como hubiera hecho Jesús de Nazaret, estar al lado y trabajar por la dignificación de las personas más empobrecidas de la población.

Simat de la Valldigna es uno de los pueblos que componen la comarca de La Safor en Valencia. De rica tradición agrícola, cuyo principal cultivo ha sido la naranja, ha visto, como el resto del territorio, deteriorarse su principal fuente económica. Se ha intentado potenciar otros sectores, la construcción o el turismo, pero no alcanzan a arrancar con el potencial necesario. 

Paquita Ferrando ha recibido el reconocimiento de Cáritas Diocesana, junto a muchos compañeros y compañeras, por su dilatada vida de servicio de la Iglesia y de su Cáritas parroquial, sin tambalearse, en ningún momento, ni sus fe ni su misión evangélica.

Paquita, a tus noventa años tienes unos recuerdos muy entrañables de tus inicios en Cáritas.

Pues sí. Yo empecé dando catecismo, que decíamos antes, y acompañando a una voluntaria a los hogares de muchas familias que necesitaban una ayuda para vivir. Entonces íbamos a las casas, veíamos de cerca cómo estaban y que no les podíamos abandonar.

A los niños de catequesis también me los llevaba a casa para que estudiaran y sacaran bien el catecismo. Yo tenía mucho interés y, aún ahora, aquellos niños cuando me ven por la calle me saludan con cariño: “¡la meua catequista!”.

Después, la comida ya venían a recogerla al local de Cáritas. Ahora está todo muy bien organizado con las voluntarias que estamos. Fíjate, la directora que tenemos es la hija de la señora a la que yo acompañaba por las casas cuando empecé. Somos todas muy católicas.

Cuando empezaste eras muy joven y ver muchas familias con escasos recursos para vivir te marcaría para el resto de tu vida.

Sí, empecé muy joven pero ya tenía una hija muy pequeña que me acompañaba a todas partes y desde entonces me ha apoyado en todo lo que he hecho. Siempre ha estado a mi lado y pronto se dio cuenta de lo que era la Iglesia y Cáritas. Colabora con el párroco en todo lo que le pide.

¿Entonces tu hija ha heredado de ti la fe y la vocación de ayudar a los demás?

Claro. Tenía otra hija que murió a los treinta y cinco años. En tres años, mi marido y mi hija se fueron con el Señor. Pasamos mucho pero yo, gracias a Dios, siempre voy apoyándome en Él. Con la ayuda de Dios y de la Virgen vamos pasando. Ahora tengo un nieto y un biznieto que son una alegría continua.

¿Cuál es ahora tu labor en Cáritas?

Vamos los miércoles y arreglamos bolsas de alimentos según las necesidades que tenemos en  cada momento.

Cuando tú empezaste, atenderíais a familias del pueblo y ahora han debido llegar, como en otros lugares, personas de otros países.

Ahora hay muchas personas migrantes. Del pueblo, suele venir uno o dos. Unos tienen trabajo y otros no. El trabajo está muy difícil ahora. Antes teníamos dos almacenes y trabajaba mucha gente, pero los han cerrado. Hay gente de aquí que va a trabajar cerca de Carcaixent, a otro almacén. Se van a las seis de la mañana y a las ocho de la noche vuelven, pero están contentos. Es lo que pueden hacer y así vamos pasando.

¿Además de los alimentos, desarrolláis otras actividades?

Somos cinco voluntarias. Las otras, más jóvenes que yo, son las que hacen más cosas. Hay dos chicas que están empleadas en la ropa. Podemos dar alguna manta, un cochecito… Todo se lleva a Tavernes y allí se limpia y se reparte. Primero van a la trabajadora social que les da una tarjeta para ir a Cáritas y entre todas lo arreglan lo mejor posible para poder ayudar. Nos necesitan mucho y estamos bien organizadas.

Te sentirías contenta por el reconocimiento que te hicieron por tantos años en Cáritas.

Mucho, sí. Me dieron un diploma que ya viene enmarcado y todo. Y también me han llamado de València y me hicieron un reportaje. Tuve yo una ilusión… porque no lo sabía. Fui con mi hija, mi yerno, mi nieto, su mujer y el chico. De ver tanta gente y tanto sacerdote, no te puedes figurar la ilusión que tuve. Fue precioso. Todos estaban allí. con nosotras.  Y de ver que yo estaba con toda mi familia fue muy emocionante.

Y Paquita seguirá apoyando a sus compañeras de equipo, poniendo de manifiesto el don de ternura y comprensión que Dios le ha dado para que quienes se acercan a ellas se sientan menos solos, con la esperanza de que algo puede mejorar.