Rafa Sala: «No hay que conformarse con lo que se ha hecho. Hay que abrir nuevos caminos»
Titular de la parroquia San José de Ontinyent y sacerdote delegado arciprestal.
En un punto en el que la sociedad intenta guardar el equilibrio entre una realidad que nos ha cogido a todos por sorpresa y que nos ha sobrepasado, una situación en la que queremos recuperar la vida que teníamos hace tan solo unos meses y que vemos que no va a ser posible fácilmente y la preocupación por un futuro que se está desmoronando día a día, contamos con la opinión de Rafa Sala, titular de la parroquia San José de Ontinyent y sacerdote delegado arciprestal que nos da una visión de luz y esperanza para quienes sentimos el imperativo de hacer realidad el Evangelio entre nosotros.
Rafa Sala cuenta con treinta y ocho años de sacerdocio. Ordenado por San Juan Pablo II en su visita a València en el año ochenta y dos y que, al servicio de la diócesis, ha pasado por bastantes parroquias intentando aprender cada día más para actualizar el servicio al Evangelio.
«No hay que conformarse con lo que se ha hecho. Hay que abrir nuevos caminos aunque sea un poco arriesgado».
Rafa, dices que hay que abrir nuevos caminos. Si hasta hace poco en Cáritas trabajábamos para abrir camino hacia un mundo más justo e igualitario, acogiendo, promocionando y apoyando a las personas más debilitadas de la sociedad, ¿la nueva realidad que se nos presenta, con una economía que retrocede de forma alarmante, nos requerirá más imaginación para dar, desde la Iglesia, una respuesta efectiva?
Pienso, a veces, que la realidad que se nos presenta es providencial. Estoy insistiendo mucho en el hashtag “aprendo pandemia”. El Señor, cuando lo ha permitido, es que necesitaba que aprendiéramos algo. Esta es nuestra tarea y nuestra oportunidad. Los momentos de crisis o de dificultad son para que crezcamos, no para que vayamos a menos. Esta crisis, en muchos aspectos, nos remueve los cimientos. En el ámbito pastoral, parroquial, mucho es lo que ha sido trastocado y ahora debemos plantearnos que no podemos conformarnos con lo que se hacía. Debemos abrir los ojos e ir a más. La situación nos ha ayudado a ser más creativos en los planteamientos, a modificar la escala de valores. El futuro incierto nos asusta y es otro reto. Tenemos el anuncio de lo que va a venir, pues vamos a prepararlo. La pandemia nos ha pillado por sorpresa pero la crisis que pueda venir podemos empezar a trabajarla ya. En eso Cáritas, en el ámbito institucional, ya está trabajando mucho, previendo lo que va a venir y estudiando por dónde debemos tirar. Es el momento de ser creativos. Tenemos el reto de no continuar manteniendo lo que hay sino crear nuevas formas. El cristianismo no ha cambiado. Lo que cambia es cómo manifestarlo al mundo. Se nos pide, como decía Juan Pablo II, ser imaginativos en la caridad.
¿Es difícil ser creativo cuando la necesidad apremia?
Está claro que el Señor nos dice, evangelio de Lucas, «dadles vosotros de comer». Pero, ¿cómo lo hacemos? Ahí debe estar lo creativo. Y creativo de una manera continua. El papa Francisco ya lo decía: eso de “esto siempre se ha hecho así” puede llegar a ser hasta pecaminoso porque significa una caridad paralizada y que se conforma. La anterior crisis nos hizo, a veces, volver pasos atrás en lo que ya habíamos avanzado. Tuvimos que volver a las bolsas de comida porque era lo urgente y la dignificación de la persona, el aspecto de la promoción, se nos fue un poco para atrás.
Sería pretencioso decir que en Cáritas hemos sido pioneros en el teletrabajo, pero hemos hecho polvo el móvil preocupándonos y acompañando a nuestra gente y acogiendo a personas desconocidas que nos han llamado, desesperados, en busca de ayuda. ¿Ha sido una forma de creatividad en la caridad?
Claro que sí. Ha sido lo bonito. Cuando no ha podido haber una asistencia presencial, ha sido el momento de usar el teléfono. ¿Y por qué utilizar el teléfono solo en un caso así? Una llamada, un cómo estáis, un necesitáis algo… explicar que Cáritas no cierra, que está abierta a la acogida aunque sea por teléfono. Y hemos retransmitido misas por Facebook y Youtube… ¿y cómo se hace eso?, ¿cómo participa la gente? Pues lo hemos hecho. Hemos grabado vídeos de las moniciones, de las lecturas, de las homilías y los hemos ido pasando. En cuanto a la experiencia de sacerdote, el celebrar solo me ha hecho comprender que la Eucaristía no es importante por el número de personas que haya delante sino porque está el Señor y lo estoy haciendo en nombre de la comunidad que no puede estar presente. Me ha hecho descubrir el valor del encuentro personal con Jesús y de llevarle, de otra forma, a la comunidad. Todo esto es una creatividad que nos viene providencialmente y todo lo que hemos aprendido lo tenemos que seguir aplicando con continuidad. Cuando hemos abierto los templos, ha habido personas a la puerta saludando y explicando las medidas de seguridad. Pues también es bonito encontrarte, cuando vas a misa, a una persona que te recibe y te pregunta cómo estás. Podríamos decir que, igual que están los lectores o coro, está el grupo de acogida. Podríamos decir que los grupos de acogida surgieron por la pandemia.
¿Es preocupante que el voluntariado de Cáritas, compuesto en un buen porcentaje por personas mayores y con mayor riesgo, quede debilitado por la pandemia?
Aunque ya sabíamos que nuestro voluntariado era eminentemente mayor y que esta situación les obligaba a retirarse, ahora puedo decir que chapó por ellos porque les hemos tenido que prohibir que vinieran, frenar para que no volvieran. Ha habido gente que ha dicho “pues aquí estoy yo para arriesgarme, para dar mi vida si hace falta”. Ahora ya han vuelto a las Acogidas, con las debidas medidas para preservar su seguridad. Una asignatura pendiente nuestra es cómo llamar a los jóvenes a estar ahí, en todos los campos. La pandemia ha ayudado porque en muchos sitios la gente más joven ha dicho “aquí estamos”. Una crisis nos hace ver los puntos flacos y esta nos ha hecho saber que no podemos conformarnos con los que somos. Hay proyectos, como la atención a los niños y niñas, que mueven a más gente joven pero sí que esto nos ha hecho ver una debilidad.
¿Cómo debemos encarar, como Iglesia y como Cáritas, este futuro que se nos presenta con un pronóstico agravado de pobreza?
Sé que es complicado pero tenemos que ver cómo incentivar a la comunidad a que participe más. Cáritas es el brazo de la caridad pero no para que lo hagan los cuatro voluntarios de Cáritas sino para que colaboren todos. Sí que ha habido gente que se ha brindado, incluso a llevar comida a las casas. Necesitamos manos, manos de los que tenemos en casa. Tenemos que mover conciencias. No solo es el donativo en la colecta, son las manos de la disponibilidad.
Dios, al final de los tiempos, solo nos juzgará del amor. ¿Qué se nos va a pedir para hacer real ese amor, para hacer las cosas bien?
Pues que muramos un poco a nuestro tiempo y a nuestros intereses para darlo al servicio de los demás. Desde dedicar unas horas hasta no dar lo que te sobra sino lo que te es necesario. Ese es el amor verdadero. Es lo que decimos de que la caridad, si no te toca el bolsillo no es verdadera caridad. Se nos va a poner a prueba en este aspecto.
¡Con Dios, todo se puede!