Salut Pardo: «Hemos perdido recuerdos pero vamos a construir unos nuevos»
Salut Pardo, de la Cáritas parroquial de San Pío X, que forma parte de Cáritas Interparroquial de Algemesí es, a la vez, como tantas, voluntaria y afectada por la DANA.
La Sal. Es como la conocen en su barrio del Raval de Algemesí. Es la manera entrañable y tierna que tienen de llamar los vecinos, endurecidos de vida, a esta voluntaria, Salut Pardo, de la Cáritas parroquial de San Pío X, que forma parte de Cáritas Interparroquial de Algemesí.
Entregada a la Iglesia desde muy joven, ha hecho en su parroquia lo que el trabajo y el cuidado, compartido con su marido, de sus siete hijos le han permitido, tener tiempo para dar. Ella es de vivir la fe al día. Se ha acogido siempre al Señor, le ha pedido muchas veces ayuda y «me la ha dado, —afirma Salut—. Unas veces con soluciones a los problemas y otras con una paz y una sensación de conformidad que no puedes encontrar si no tienes “algo”. Hace unos cinco años, al estar más libre, hice la pregunta, ¿Señor, dónde me necesitas? ¿Qué puedo hacer para devolverte lo que has hecho por mí? Doy catecismo de primera Comunión, si hace falta limpio la parroquia y Cáritas, que era una gran desconocida para mí. Pensé que si me daba opción de hablarle del Señor a otra gente y ayudar, ser manos para los suyos, pues…».
Nos cuenta Salut que «nosotros vivimos en el mismo barrio del Raval. Está un poco apartado del pueblo, separado por la vía del tren, lo que ha permitido a familias de etnia gitana y migrantes acceder a alquileres económicos. Cuando eres del barrio pronto nos conocemos y somos muy buenos vecinos. Nuestra casa mira al río y es muy bonito», —añade—.
En Cáritas, el proyecto más significativo que desarrollan en el Raval es la enseñanza de castellano y de cocina porque las personas participantes a las que que atienden son, mayormente, las que cuidan a las personas mayores. Muchas son migrantes, con costumbres diferentes y, a veces, sin conocer el idioma. También mantienen una tienda de Comercio Justo, La Troballa, recientemente reinaugurada, tras ser también afectada por las inundaciones.
«Todo cambió el 29 de octubre del pasado año, —recuerda Salut—. El barrio quedó arrasado por el agua y el barro. Nosotros lo hemos perdido todo. Los dos coches y la casa. En un principio, me bloqueé pero no he renegado de esta situación. No lo entendía porque en esta zona nunca ha entrado el agua. Estábamos tranquilos y fue un shock empezar a ver el agua y como iban los coches. El mío, de segunda mano, lo pude disfrutar un mes. Aun lo estamos pagando. Pero he tenido una sensación de conformidad con el Señor a mi lado. Y mi marido también, que vamos los dos a una. Y empezaron a surgir ángeles de la guarda. Apareció gente que nos ayudaba a limpiar; gente que, a través de nuestros hijos, nos ofrecía ayuda económica; una compañera de mi marido nos ha cedido un piso por el tiempo que necesitemos…».
Sigue Salut recordando cómo los cuatro que estaban en casa limpiaban todo el día. «Con paz y contentos porque estábamos todos bien. Aquí no ha habido víctimas. Todas las casas tienen terraza o altillo. Se comunican bien unas con otras y eso ha salvado vidas. En mi misma calle, un poco más adelante, las casas se han destruido por completo, la fuerza del agua ha tirado hasta las paredes».
Sigue relatando Salut que «en el pueblo se unieron todas las Cáritas. Los proyectos en el Raval se paralizaron porque los locales quedaron destrozados y porque había que atender a la emergencia. Empezamos a hacer acogidas y dar atención primaria para atender a toda la gente que venía a pedirnos ayuda. Solo pudimos usar los locales de la parroquia de San Jaime e íbamos haciendo turnos».
«Han venido participantes a quienes ya atendíamos y gente que se acercaba por primera vez, aturdida, desconcertada. Cuántas personas decían que no se hubieran imaginado en la vida que tendrían que recurrir a Cáritas. Y gente también que ayudaba habitualmente a Cáritas», —explica—. La ayuda de Cáritas diocesana la hemos tenido y la seguimos teniendo. Los ves dando el callo y eso te da aun más fuerza. Las acogidas son muy difíciles porque no se entiende que haya ocurrido una desgracia así. Encuentras mucho desánimo, mucha desesperanza. Pero la vida sigue. Podremos seguir adelante, reconstruir. Hemos perdido recuerdos pero vamos a construir unos nuevos. Les dices estas palabras y que tú también lo has perdido todo y estás ahí y parece que, al menos de momento, se animan. Aquí ha sido todo el pueblo igual. Se ha salvado el Carrascalet, al lado del Raval, porque está más alto».
Finaliza Salut diciendo que ya han tramitado todas las ayudas materiales que les han pedido. «Hemos visitado cada vivienda para valorar su reconstrucción. Hay casas que están para tirar y volver a levantar. Y hay casos muy duros, como el de un chico que empezó a vivir aquí en agosto. La DANA se lo destrozó todo. Perdió el coche y lo despidieron del trabajo porque no podía acudir. Lo poco que tenía ahorrado lo está invirtiendo en la casa. Ahora estamos con documentación y tramitaciones para levantar las viviendas. Y cuando esto esté también encauzado, si hace falta, volveremos a atender a personas que se hayan podido quedar sin que les prestemos ayuda porque no se han enterado».
Y añade: «Esto ha cambiado mucho la manera de ver la vida. A mí me ha hecho encontrar realidades muy duras. Personas que ya eran de pocos recursos esto las ha puesto en una situación muy difícil. Sabemos que familias con mucha dificultad están ahí pero a veces ni siquiera lo vemos. Ahora se despierta la empatía, la mirada más amplia, la valoración de lo que realmente es importante en la vida».