Fundaciones26/06/2025

Superar las tormentas

Cuando se pasa por una tormenta hay que perdonar, hay que perdonarse, pero no hay que olvidar.

Dice Haruki Murakami que cuando sales de una tormenta no eres la misma persona que entró en ella. Y es cierto, las tormentas de la vida nos cambian, suponen tensión y con la tensión aprendemos o nos rompemos, a veces hacemos las dos cosas. En cualquier caso, salimos distintos de la tormenta.

Las tormentas son tiempos de duda, de inseguridad, de miedo. Llevan a descubrimientos y siempre suponen cambios y por lo tanto tensiones.

Tormentas muy claras son las que viven las personas que superan una adicción, pero en estos casos pasan, al menos, dos tormentas: la del proceso adictivo y la del proceso de recuperación. Tormentas muy distintas, pero tormentas, al fin y al cabo.

Cada persona somos distintas y, también, cada proceso adictivo es distinto, aunque compartan características. Simplificar en exceso lleva a tal deformación de la verdad que la puede convertir en mentira, pero aun así hay unas constantes bastante generales. La tormenta del proceso adictivo viene marcada por la impulsividad, por la incapacidad de controlarse, por el autoengaño, por los consumos cada vez más frecuentes y en mayor cantidad. Se incumplen los compromisos, se miente para ocultar, las mentiras van creando desconfianza y aislamiento, solos es cuando menos hay que mentir, y el aislamiento es soledad. Se abandonan valores, se traicionan promesas, se destruyen esperanzas, se paralizan proyectos.

Procesos académicos truncados, que en algunas ocasiones se pueden recuperar y en otras es demasiado difícil; vidas laborales quebradas; relaciones familiares dañadas y demasiadas veces rotas. Y el deterioro de la salud, sea por infecciones o por patología mental, como las esquizofrenias activadas por el consumo de cannabis, de cocaína o de otras sustancias.  

En la parte más intensa de la tormenta la necesidad de mentirse, de engañarse, aumenta, para poder soportarse cuando la persona se va dando cuenta de en qué se está transformando. La estrategia más facilona es la de situar las responsabilidades fuera, “que sí mis padres no me quisieron”, “que mi pareja no me entiende”, “que sí en el trabajo no me valoran”, “que el profesor me tiene manía”, “que no estoy tan mal”, “estos son unos exagerados” y cuantas justificaciones hagan falta para poder seguir soportándose un día más.

El engaño es más difícil de mantener cada vez y es habitual aumentar la conducta adictiva para dejar de sentir y de sentirse. Hasta que llega un día que se contempla la posibilidad de cambiar, de superar la adicción. Es una decisión que se va fraguando con dudas, con miedos, por eso el apoyo del entorno es tan importante.

El apoyo no solo va a hacer más fácil comenzar el cambio, también puede adelantarlo en el tiempo reduciendo el daño que la persona se haga a sí misma y haga al entorno. Cuanto antes se inicia el cambio, cuanto antes se abandona la conducta adictiva y se comienza a construir una vida sin espacio para la adicción, menos sufrimiento hay que soportar y que superar.

Este camino de superar la adicción es la segunda tormenta. Una tormenta con muchas conquistas, con muchas satisfacciones, pero no exenta de dificultades, de esfuerzos que requieren constancia. No es extraño que tras entrar en abstinencia haya quienes se sientan poco motivados, con una bajada de interés y con un montón de dudas. Es el momento de caminar en la oscuridad de la tormenta manteniéndose con la confianza de que se merece y se puede vivir de forma satisfactoria. Sin huir, sin engañarse, sin engañar. Con los pies en tierra, en la realidad, sin tratar de fugarse, porque no hay ningún refugio donde esconderse de uno/a mismo/a. Porque solo asumiendo, aceptando y cambiando se puede conseguir el bienestar de la felicidad, la capacidad de disfrutar de las cosas normales y sencillas.

Perdonar es una buena conducta, perdonar y perdonarse. Quien no perdona, quien no se perdona, es quien más sufre, pero no hay que confundir perdonar con olvidar. Olvidar es rechazar lo que puedes aprender de la experiencia del paso por la tormenta, olvidar es negarse a reconocer el cambio, la evolución, olvidar es exponerse al riesgo a la recaída. Y cada nueva recaída suele ser más profunda, y más dolorosa que la anterior. Tanto para la propia persona como para su entorno.

La recaída hace dudar de la capacidad de vivir sin adicción, pero recaer es como conducir sin mirar el camino, hay avisos, pero no los vemos, entonces tenemos el accidente.

Cuando se pasa por una tormenta hay que perdonar, hay que perdonarse, pero no hay que olvidar. Hay que aprender, aprovechar lo vivido para mejorar el presente y el futuro.