Agentes de Cáritas25/07/2024

Un Camino de Santiago

Por segundo año consecutivo, los niños y niñas del Hogar Mare de Déu se preparan para afrontar su propio Camino.

Si hay que hablar de peregrinaje, nada más genuino y apropiado que hablar del camino que están preparando en el Hogar Mare de Déu dels Desemparats y dels Innocents y que tiene mucho de símbolo, de esfuerzo y de emoción. Necesitarán los caminantes de todo lo material que se vaya a utilizar porque en este hogar lo único que sobra es amor, entrega, generosidad, compromiso educación y valores así. Lo demás, lo tienen que pedir y, como el año pasado, el viaje saldrá… para repetir.

Será un camino que, como el de Santiago el Mayor, uno de los Zebedeos, tiene su punto de determinación y de aventura, porque como aquel apóstol de Jesús, parten muy ligeros de equipaje.

Pablo Mascaró, director del Hogar, nos relata cómo surge el viaje, quienes irán, su recorrido y sus puntos de apoyo, su opinión y su reflexión.

«La decisión de llevar a cabo esta experiencia, —relata Mascaró—,  la tomamos el año pasado. El resultado fue tan bueno, los chicos y chicas y los educadores volvieron tan contentos que este año hemos decidido repetir. Fue una convivencia enriquecedora que creó mucho vínculo entre los adolescentes, lo que facilita después el trabajo, arraiga más en ellos la esencia de hogar y de familia, se esfuerzan más y son más participativos».

Para este viaje se pusieron en marcha el pasado mes de octubre y lo primero fue seleccionar las personas candidatas que iban a vivir la nueva experiencia ya que, por lo que habían oído contar a quienes la realizaron el año anterior, todos querían ir. Los trabajadores, educadores sociales, que les acompañan, lo hacen de forma voluntaria. El año pasado fueron seis compañeros y dieciocho chicos y chicas. Este año, que son más pequeños, de entre trece y diecisiete años, irán entre veintidós y veinticuatro, —algunos de ellos ya lo vivieron el año pasado—, con siete adultos. Aun no está cerrado porque hay quienes tienen trabajos de verano y están esperando a ver si les dan vacaciones esos días porque les hace mucha ilusión el viaje. Hay un ambiente de mucha motivación, todos saben  lo qué es y quieren ir. Van a hacer turnos de cocina, de friegue, de limpieza, hacer la compra, preparar bocatas… y lo viven como familia que son.

«Vamos en cuatro furgonetas, una prestada por Mambré, dos por Cáritas Diocesana y la otra es del Hogar, con gas, paellero, ollas y con los menús programados. Buscamos sitios donde nos los dejen hacer. Tenemos una planificación de dónde vamos a comprar, al día, para que no se pongan malos los alimentos», explica Pablo.

Los lugares donde piden alojamiento son parroquias o locales de Cáritas. Van hablando con sacerdotes y voluntariado que les van dejando sitio. En alguna ocasión tienen que recurrir a albergues y les piden colaboración económica, reduciéndoles la cuota todo lo que puedan.      

Serán ocho días de viaje. Seis para andar: Ferrol, Sarriá, Portomarín, Palas del Rei, Melide, Arzúa, O Pedrouzo y Santiago de Compostela, y dos para ir y volver.

«Saldremos del Hogar a las siete de la mañana y sobre las nueve de la noche ya estamos en Ferrol. Hacemos las paradas recomendadas y nos quedamos en unos locales parroquiales. Se descarga todo, tres educadores se quedan con los niños y niñas y el resto vamos a Santiago con las cuatro furgonetas. Tres se quedan en el albergue de los Salesianos, que colaboran con nosotros y volvemos en la otra furgoneta que hará de coche escoba durante el trayecto. En cada pueblo pedimos ayuda. Algunos nos ofrecen pernocta, alguna comida, piscinas, parques naturales. Cuando el camino no es muy comercial, se ofrecen más a ayudarnos», añade. 

Los educadores hacen turnos para recoger, hacer la compra del día y esperar al resto en el siguiente albergue con todo preparado para que en cuanto lleguen empiecen a cocinar. Por la tarde realizan actividades y cada día trabajan un valor: la fe, el compromiso, el amor fraterno…  que se materializara en un gesto representado por un palo: «Si trabajamos el amor fraterno, al palo le ataremos un lazo rojo. Otro día, con una vela encendida quemaremos un extremo del palo que significa el esfuerzo y la madurez. Esto será un símil con la vida en la que cada día aprendemos valores y que debemos llevarlos encima para siempre, lo que nos hace mejores personas», en palabras del director del Hogar.    

Llegados a Santiago, vamos al albergue de los Salesianos,  saludaremos al delegado de Juventudes que ya nos espera, veremos Santiago, en el restaurante Casa Manolo, cuando  ya ha acabado su servicio a los clientes, nos preparan un menú a precio muy reducido, muchos visitaremos la catedral,  cenaremos a la fresca y al día siguiente de vuelta a casa.

Con cada paso que damos en el camino de Santiago, estos adolescentes demuestran que los sueños no conocen fronteras y que con esfuerzo y determinación pueden alcanzar cualquier meta”.

 Serán unos días de trabajar, disfrutar, compartir, de proyectos y objetivos que se cumplirán para bien de los niños y niñas que ya tienen una vida entre nosotros.