Jornada mundial de los pobres
Tú, Señor, eres mi esperanza.
«Tú, Señor, eres mi esperanza» (cfr Sal 71,5)
Los cristianos estamos llamados a descubrir que los pobres son como un ancla de salvación para nuestra vida, un ancla capaz de fijar nuestro corazón en la promesa del Señor Jesús, quien nos ha salvado con su muerte y resurrección y que volverá de nuevo en medio de nosotros.
El horizonte de vida que abre esta esperanza cristiana encuentra en los pobres la confianza en Dios y la constancia en su consuelo. Por eso, la esperanza nos revela que Dios es la roca firme que nos sostiene y ampara en las tormentas de la vida.
Son muchas las acciones que se pueden convertir en signos luminosos de esperanza
Algunas a las que somos invitados en esta jornada pueden ser las siguientes.
Responsabilidad social
El cristiano no puede vivir tranquilamente y de brazos cruzados de cara a la sociedad y de espaldas a la construcción del bien común. La búsqueda constante de este bien nos abre un horizonte de encuentro con otras realidades sociales alejadas del plan de Dios. Los cristianos somos conscientes de que, al promover el bien común, nuestra responsabilidad social se basa en el gesto creador de Dios.
Un gesto que exige la distribución universal y equitativa de los bienes de la tierra y de los frutos del trabajo. Se trata de una cuestión de justicia.
Creación e impulso de políticas sociales
Las causas estructurales que afectan a la pobreza limitan mucho el efecto de los actos puntuales de caridad.
Muchos proyectos para la promoción de la dignidad de los desvalidos deberían formar parte ya de las políticas públicas de todo país, pero las guerras y desigualdades con frecuencia lo impiden.
La caridad política no es ajena al cristiano. Es más, estamos llamados a buscar formas de implicación en este campo considerado como el de la más alta caridad.
Compromiso en las distintas formas de voluntariado
La jornada que estamos viviendo no termina al finalizar la eucaristía, sino que se prolonga a lo largo del tiempo. Porque los pobres están en el centro de toda la acción pastoral, no solo de la dimensión caritativa, sino también de lo que la Iglesia celebra y anuncia.
Por lo que volver a la roca firme, sobre la que se asienta la Iglesia, requerirá sacudirnos la indiferencia para acercarnos a la vida de los pobres y entregar, así, parte de nuestra vida ajetreada a un voluntariado social que nos acerque más a Dios a través de nuestra acción samaritana.



