Noticia20/10/2025

Cáritas acompañó a 42 850 personas sin hogar el año pasado, un 1,21% más que el año anterior

Lanza la campaña “Sin hogar, pero con sueños” para sensibilizar sobre el derecho a contar con una vivienda adecuada y un nivel de vida digno

Las personas sin hogar no tienen una casa o un lugar para vivir propio. Sin embargo, tienen una vida y una historia. Con el propósito de reconstruir los vínculos que les permite volver a formar parte de la comunidad, Cáritas acompañó el año pasado a 42 850 personas en esta situación, un 1,21% más que el año anterior. Dos de cada diez son mujeres.

«De forma alarmante, Cáritas es testigo de cómo sigue en aumento la vulnerabilidad en muchas personas y familias que no pueden acceder a su derecho a una vivienda digna y adecuada. Por ello, es necesario y urgente seguir sensibilizándonos como sociedad y continuar interpelando a las administraciones públicas, garantes de los derechos humanos, y al resto de la sociedad acerca de la realidad que están viviendo estas personas», explica María Santos, responsable de la campaña y del programa de personas sin hogar de Cáritas Española.

La falta de un techo obliga a estas personas a afrontar a diario una serie de obstáculos que impiden su integración plena en la sociedad. Entre ellas destacan, la falta de intimidad, los problemas de salud física y mental, las dificultades de acceso a un trabajo decente o a una vivienda adecuada. También se enfrentan a muchas trabas para acceder a los trámites de la administración pública, como por ejemplo el empadronamiento.

Con motivo del Día de las Personas sin Hogar, que se celebrará el próximo 26 de octubre, la campaña —que este año lleva por lema “Sin hogar, pero con sueños”—, ha contado por tercer año consecutivo con la participación de personas en situación de calle. Algunos de los testimonios recogidos por la campaña describen muy bien la difícil situación que atraviesan estas personas:

«Hay noches en que me duermo imaginando que vuelvo a tener una mesa para invitar a mis nietos a merendar. No sé si pasará, pero ese sueño me mantiene viva». (Teresa, de 59 años).

«Me encantaría trabajar cuidando personas mayores. Lo hice muchos años. Ahora acudo a un centro de día, pero sigo soñando con volver a cuidar a alguien y tener así un hogar. Que alguien confíe en mí». (Clara de 38 años)

«No pido una mansión. Solo quiero una cama que no se moje cuando llueve. Sueño con volver a tener una llave en el bolsillo, aunque sea de una habitación compartida. Eso me haría sentir persona otra vez». (Rubén 44 años)

Los perfiles

María Santos explica que entre los perfiles de las personas sin hogar se encuentran «trabajadores que no pueden acceder a una vivienda, personas migrantes atrapadas en la invisibilidad, víctimas de violencia machista que no encuentran una salida segura; personas con discapacidad que no hallan oportunidades laborales; mujeres y hombres con problemas de salud mental o adicciones; jóvenes ex tutelados a quienes se les cierran las puertas justo al alcanzar la mayoría de edad; mayores sin red familiar ni pensión suficiente que garantice unas condiciones dignas; personas LGTBIAQ+ que han sido expulsadas de sus hogares o discriminadas; madres solas que luchan por mantener a sus hijas e hijos junto a ellas».

Las personas sin hogar no solo necesitan derechos garantizados, también necesitan vínculos humanos que les recuerden que todavía pertenecen, que aún forman parte. «La campaña nos propone vincularnos para crear un espacio donde poder descansar sin miedo. Porque un vínculo es mucho más que un recurso: es una relación que cura», asegura la responsable de la campaña.

El ‘sinhogarismo’ es un problema social que no solo aglutina a las personas en situación de calle. El número de personas afectadas por esta realidad varía en función del grado de exclusión residencial que se tome en cuenta. De acuerdo a la Tipología Europea de Sin Hogar y Exclusión Residencial (ETHOS) hay cuatro categorías: en situación de calle, sin vivienda, vivienda insegura o vivienda inadecuada. Las personas que están en la calle y las que van de alojamiento en alojamiento son la cara más conocida de este fenómeno. Sin embargo, las personas que viven en chabolas, caravanas, en asentamientos o en viviendas cedidas son la parte más invisible del ‘sinhogarismo’.

Según los datos adelantados del IX Informe FOESSA, que se presentará a inicios de este mes de noviembre, tres millones de personas (6,3%) en nuestro país utiliza ya formas precarias de tenencia de la vivienda (facilitada gratuitamente por otras personas o instituciones, realquilada, ocupada ilegalmente o con aviso de desahucio) y 3,4 millones de personas (7%) sufren condiciones de hacinamiento. Cáritas invirtió el año pasado 41,7 millones de euros en su programa de personas sin hogar, el 8,6% de su presupuesto total.

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